martes, noviembre 17

Cartas de amor.

La vi de reojo mientras cruzaba la pista polvorienta y maltratada.
Pare de inmediato a verla. Tenia puesto un vestido rojo floreado que flameaba con la brisa leve que trancurria por la calle. Al llegar al otro lado de la pista ella volteo y me miro. Unos ojos negros, tan efusivos y tan fervientes que un escalofrio transcurrio mi cuerpo entero. Su cabello negro y sedoso se deslizaba por entre su rostro y sedente en sus hombros. Yo inerte no soltaba la mirada. Consumimos nuestra existencia con aquella mirada. Finalmente volteo la mirada y anduvo en su camino. Yo la continue observando hasta que desvanecio entre la gente andante.
Lo que sentia no tenia explicacion. Esa mujer cautivo mis sentimientos y mi corazon empezo a latir por ella inesperadamente. Camine hasta mi hogar. La imagen de su rostro y de su cuerpo estaba impregnada en mi memoria. Necesitaba expresar mis sentimientos de la unica manera que se y que puedo. En mi escritorio estaba situado mi boligrafo y una cuantas hojas. Empece a escribir mis sentimientos por esa mujer. No sabia su nombre ni su apellido tampoco que estudia ni en que laboran sus padres, pero eso no era impedimento por lo que sentia por ella. Las palabras fluian en el papel como el agua en un riachuelo. No podia parar de escribir ni de sentir. Averigue quien era, que estudiaba, que hacian sus padres y en donde iba a estar el domingo para entregarle mi carta de amor.
Llegue a la iglesia el domingo. Al entrar mire por todo el lugar y la vi. De inmediato me sente atras de ella. Aquel aroma sefarico hacia que levite de mi asiento y me sintiese entre las nubes. Creo que se dio cuenta de como mi ser mariposeaba detras de ella o por aquella mirada fija que mantuve por un buen tiempo dirigida a ella porque se volteo y al verme se sorprendio y de inmediato se volteo nuevamente asombrada de volverme a ver. Me incline y susurre en su oido que mis ojos estaban provilegiados de haber podido ver en esta vida tanta hermosura y que por favor acepte mi carta. No respondio. Deslize mi carta por el asiento por entre su brazo. Ella la acepto y levemente dijo: "Vete, yo te buscare."
Me retire de la iglesia muy ansioso y desconcertado por su respuesta pero acepto mi carta de amor y eso era una buena señal. No oi nada de ella por toda esa semana y decidi volver a la iglesia ese domingo. Entre pero no la vi por ningun lugar. Despues de estar ahi media hora a ver si la encontraba sali a respirar aire freco y a pensar. Derrepente alguien me sostuvo del brazo y me jalo de aquel. Me introdujo a una habitacion oscura parecida a un almacen. Reconoci su humor y sabia que era ella. "Pense que no vendrias. Escribeme de nuevo, esperare tu carta mañana, y te digo que no me gusta esperar" - me susurro. Me dio un beso leve en mis labios y se fue. "Pero donde te la entrego?" - respondi. "Tu sabras como" - dijo mientras cerraba la puerta del almacen.
Llegue a mi casa y me sente a escribir. Aquel beso que me dio fue mi inspiracion, un sentimiento inconcebible, mi alma rebalsaba de sentimientos por ella. No cese de escribir por toda esa noche. Regrese al almacen y coloque mi carta en un estante y me fui. No sabia si ella la recibiria pero ese lugar se volvio nuestro lugar. Regrese al dia siguiente y la carta ya no estaba. Quizas se la llevo ella o quizas alguien mas, no estaba seguro. Volvi el domingo a la iglesia pero esta vez no entre a la iglesia sino entre directamente al almacen. Espere un buen rato, tal que ya estaba por irme cuando ella entro. "Me encanto tu carta. Escribeme otra"- dijo ella. "Te esperare mañana en el parque central al mediodia, no llegues tarde" - volvio a decir. Se despidio con un beso pero esta vez mas humedo que el anterior.
Eran cinco pasado el mediodia y llegue al parque central pero no la encontraba. La vi debajo de un roble sentada paciente esperandome, en sus manos sostenia mis cartas. Llegue por detras del arbol. Con una voz pasiva empece a recitarle una poesia de Pablo Neruda, 1987 - Bella,

Bella,
como en la piedra fresca del manantial,
el agua abre un ancho relámpago de espuma,
así es la sonrisa en tu rostro,
bella.

Bella,
de finas manos y delgados pies
como un caballito de plata,
andando, flor del mundo,
así te veo,
bella.

Bella,
con un nido de cobre enmarañado en tu cabeza,
un nido color de miel sombría
donde mi corazón arde y reposa,
bella.

Bella,
no te caben los ojos en la cara,
no te caben los ojos en la tierra.
Hay países,
hay ríos en tus ojos,
mi patria está en tus ojos,
yo camino por ellos,
ellos dan luz al mundo por donde yo camino,
bella.

Bella,
tus senos son como dos panes hechos
de tierra cereal y luna de oro,
bella.

Bella,
tu cintura la hizo mi brazo como un río
cuando pasó mil años por tu dulce cuerpo,
bella.

Bella,
no hay nada como tus caderas,
tal vez la tierra tiene en algún sitio oculto
la curva y el aroma de tu cuerpo,
tal vez en algún sitio,
bella.

Bella, mi bella,
tu voz, tu piel, tus uñas
bella, mi bella,
tu ser, tu luz, tu sombra,
bella,
todo eso es mío, bella,
todo eso es mío, mía,
cuando andas o reposas,
cuando cantas o duermes,
cuando sufres o sueñas,
siempre,
cuando estás cerca o lejos,
siempre,
eres mía,
mi bella,
siempre.

Al terminar de recitar la poesia lentamente di la vuelta al roble, ella continuaba sentada pasiva con los ojos cerrados con una lagrima en su mejilla. Se la seque con mis labios. Fue ahi que abrio los ojos y me dijo - "Te amo". Un te amo mas sincero que un hijo recurriendo a su madre, un te amo mas sincero que un inocente pidiendo piedad y misericordia, un te amo mas sincero que la mano de un desamparado pidiendo auxilio, un te amo mas sincero que un niño hambriento pidiendo un plato de comida, un te amo mas sincero que tu projimo extendiendote la mano con bondad, un te amo mas sincero que la sinceridad misma.

lunes, noviembre 2

Una tarde de otoño.

Su voz se oía más bella que el murmullo del viento en las hojas de los arboles. La brisa fresca recorría todo el andén como una manada de venados libres en su hábitat. El sol descendiendo léntamente mientras se enrojecía la tarde de otoño. Las hojas amarillentas y anaranjadas regadas por toda la vereda. Su voz me llamaba del otro lado del puente pero no lograba verla. Con mis manos en los bolsillos por aquel frío de finales de agosto. El riachuelo fluía tan azul y opaco que lograba ver la silueta de los peces nadar líbremente en el agua uno trás otro velózmente. Una pareja agarrados de las manos cruzaba el puente en sentido contrario encaramelados y muy enamorados. La mujer se notaba con frío por la brisa y el hombre de inmediato le dio su abrigo. Continuaron andando, el hombre con su brazo alrededor de la mujer y la mujer escabullida dentro de su hombre que le ofrece amor, calor y protección. Ya no oía su voz llamarme. El cielo anaranjado é indefinido mostraba como las nubes se iban alejando más y más del sol decadente. Parado deleitando de aquel atardecer tán apacible que esa tarde de agosto me ofrecía. Fiélmente mirando hacia arriba como una cría siguiendo a su madre. Derrepente logré oir ese murmullo del viento que me extrajo de aquel estupor. Continué andando por la vereda tratando de evadir las hojas caidas pero me era imposible. Habia un caballero sedente en la mitad del puente, cabizbajo y con un par de piedras en sus manos. Lo mire de reojo y el caballero me habló. Me detuve a ver si repetía lo dicho. Transcurrió un momento incómodo mientras esperaba a ver si repetía lo dicho. Finálmente habló - "Escucha al viento, sí has de escuchar al viento lograras avanzar. Anda paciente y con cuidado y notaras las señales. No te apresures, se paciente y sí optas por ignorarlas has de fracasar." Me quede atónito por lo oido. Lo mire al caballero y su cabeza continuaba abajo. Me pregunté - "¿Señales?". Aquel murmullo volvió aparecer ahora más cerca que antes. Pensativo en lo que aquel caballero me había dicho continué caminando paciente y con cuidado. Hacia mi izquierda oí a unas aves arrullando cuando una voló libre y continuó volando sin regresar mientras la otra se quedó por unos cuantos segundos arullando para que la otra volviera. Y al no volver, la otra ave cesó de arullar y tomó vuelo hacía la dirección contraria. Señales pensé. Llegue al otro lado del puente y no oí más aquel murmullo del viento que me esparaba. Fue ahí que entendí. Y continué por la vereda paciente y con cuidado.