jueves, junio 14

Cleptómano.

Sentado, en la oscuridad de la noche, en la silla que se retuerce al moverte frente a tu escritorio en tu cuarto. Aquel cuarto que ha sido tuyo toda tu vida, aunque no haya sido tanta. Te muerdes las uñas con impaciencia. Vés a tu alrededor y vés cosas por doquier; cosas que usas a diario, cosas que no son tuyas y aún más cosas que se te compró y nunca usaste. Te cuestionas - ¿porqué? ¿Tienes todo y acaso necesitas más? Entiendes que sufres de una enfermedad. Sigues mordiendote las uñas, ya casi terminando con la derecha y empezando con la izquierda. Continúa la mirada rebotante por tu dormitorio. Observando fíjamente tu escritorio donde se encuentran una variedad de cosas que sinceramente no deseabas, pero ¿porqué las tomaste? Te da temor ir de compras. Te da pavor aún mas salir a algún lugar con conocidos; especialmente con tus padres. Te averguenzas de ti mismo. No sabes como explicarselo a tus padres. No lo puedes compartir con nadie por que serías la burla de ellos y el colegio entero se reiría de ti. Aparte de la humillación que serias para tu familia y amigos. La sociedad no lo entendería. Puedes escuchar a tu madre exclamar -- "¡¿Pero porqué hijo mío, se te ha dado todo...qué más quieres?!". No te entenderían aunque dijeras que no es voluntáriamente ni por necesidad. Te espantas de ti mismo. Te haces creer a ti mismo que eres un monstruo y que no mereces vivir, por que eres una degracia para tus padres, hermanos y abuelos. Ya en la mano izquierda disfrutando con intensidad el dedo meñique. El pie derecho se mueve con rapidez de arriba a abajo, nerviosismo total. Su pie cesa de moverse y su mirada se fija al lado izquierdo del escritorio donde yace una hoja gillete. Ya no puedes más y te sientes culpable por todo. Te repugna verte al espejo y ya no sabes a quién de tus amigos hablar por que algo de sus casa ya haz de tener. Tu mano se aproxima con lentitidud a la gillete. Tu mano tiembla al acercarse y sudas con inquietud. Tus ojos dirigidos a la puerta para escuchar si alguien viene. Sostienes la gillete entre tus dedos. Extiendes tu mano izquierda estrecha encima del escritorio, el cual el dedo meñique te arde por haber arrancado las cutículas más de lo debido. Deslizas la gillete abriendo una herida en tus venas. Un frío recorre tu piel y una satisfacción inexpresable se hace dueña de tu cuerpo y pensamientos. Nuevamente decides volver a deslizar la gillete, ahora un poco mas abajo de donde la deslizaste la primera vez. Nuevamente el alivio recorre tu ser. Ahora viendo borroso y un poco adormecido decides continuar por tercera vez, cuando la puerta de tu dormitorio se abre. Rápidamente volteas a mirar quién interrumpió tal placer pero una luz blanca se adueño de ti y sentiste el caer libremente sobre unos brazos cálidos que te recordaban a tu madre.